jueves, 23 de junio de 2016

Papa, migración y literatura

Según Wimpi durante mucho tiempo la papa fue considerada comida de pobres (a quienes atraía dada su imposibilidad de llevar otros alimentos a su mesa) y añadía  que “excepción hecha de los irlandeses (…) cuyo suelo no muy rico impedíales gustar cosas mejores, todo el mundo despreció, al principio, la papa”.

Homero Alsina Thevenet, por el contrario, afirma que el tubérculo contaba con el aprecio de un buen grupo de europeos que podían darse el gusto de saborearla gracias a la lentitud del transporte de época.
Como suele ocurrir en la Naturaleza, la patata tenía también sus enemigos. En Perú existía un hongo (Phytophthora infestans) que manifestaba tanta atracción por las patatas como la que sentían los comensales europeos. Durante tres siglos (aproximadamente entre 1540 y 1840) el hongo de la patata fue inofensivo para los cargamentos que se enviaban desde Perú a Europa. Simplemente el hongo no resistía un viaje tan largo, parte del cual se hacía a través de los calores del trópico.
Sabido es que el progreso implica costos y Alsina Thevenet lo deja en claro. “Pero como lo señala el historiador y médico William H. McNeill, esa situación fue modificada con los progresos de la navegación en el siglo XVIII. Se redujo la permanencia a bordo, con lo que el hongo llegó activo a Europa.” Ello provocó efectos considerables.
Fue así como la Revolución Industrial produjo indirectamente los grandes fracasos en las cosechas irlandesas de patatas (especialmente durante 1845 y 1846), lo que a su vez derivó a una crisis alimenticia general, a episodios críticos de “hambruna”, al progreso del tifus y de otras enfermedades que se agravan con la desnutrición. El enorme avance demográfico de la población irlandesa, a lo largo de tres siglos, se vio detenido de pronto con la muerte de medio millón de personas. La década pasó a ser conocida como los hungry forties (los “cuarentas hambrientos”) y durante ella el primer ministro inglés Robert Peel terminó por dejar sin efecto las leyes tradicionales que regulaban la importación de cereales y que ya eran objeto de enorme controversia, por el choque de intereses distintos.

Esto originó un proceso migratorio de grandes dimensiones, según lo consigna el propio Alsina Thevenet. “La crisis alimenticia provocó a su vez la emigración de un millón de irlandeses, que cayeron sobre Inglaterra, Estados Unidos, Canadá y Australia, generando una diáspora que duró más de un siglo.” Este fenómeno tuvo -siempre siguiendo a Alsina Thevenet- amplias repercusiones en la vida literaria porque “entre los emigrantes irlandeses y sus descendientes se contarían después los escritores Oscar Wilde, George Bernard Shaw, James Joyce, Sean O’Casey, Eugene O’Neill, Liam O’Flaherty”. Y concluye invitando a incursionar en una línea de investigación inédita ya que “la influencia de los hongos sobre la vida literaria no ha sido estudiada a fondo”.

Solucionado el problema se detuvo la oleada migratoria; Julio Camba afirma que al desaparecer “la enfermedad de la patata (…) la emigración irlandesa disminuyó en un 80 por 100.” En opinión de Camba los pueblos celtas tienen tanta predisposición a la aventura como gusto por la papa y de allí su sugerencia. “Amigo lector: cuando vea usted a un celta migratorio, ofrézcale una patata y, acto continuo, lo convertirá usted en un europeo sedentario.” Concluye que las oleadas migratorias están ocasionadas “por falta de patatas, por falta de pan, por falta de libertad”.

Todo ello, junto a la falta de paz, puede explicar lo que acontece en nuestro tiempo en relación a los masivos procesos migratorios.      
                                                                                                  

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