jueves, 19 de noviembre de 2015

Seudónimos: la identidad elegida


Muchos son los artistas, deportistas, actores, políticos, escritores, líderes religiosos, cantantes, personajes de los medios... que recurren al uso de seudónimos. Los motivos para que así suceda pueden ser varios: eludir un nombre que no es del agrado de su poseedor, esconder la identidad debido a motivos de seguridad o para generar enigma, poder escribir desde puntos de vista diferentes o respecto a temáticas muy diversas, procurar la expresión del otro yo, etc. A lo anterior hay que añadir la búsqueda de reconocimiento y frente a ello se impone la pregunta inevitable: ¿habrían tenido el mismo éxito si hubiesen usado sus verdaderos nombres?
 
No tengo noticias en cuanto a que entre los llamados “creativos” (expertos en publicidad, marketing y afines) haya especialistas en encontrar los seudónimos adecuados al perfil de personaje que el cliente quiera diseñar, pero es posible que así suceda.
 
Hay quienes han adoptado un solo seudónimo a lo largo de su vida y también aquellos que utilizaron una gran variedad de ellos. Un caso singular es el de Vladimir lIich Ulianov que, según Antonio Garci, “usó más de 150 seudónimos, y sólo le pegó el de Lenin”.
 
Alejandro Schang Viton presenta una lista no exhaustiva de personas que hicieron uso de seudónimos.
 
Abundan ejemplos a lo largo de la historia: el famoso Cicerón era llamado entre sus familiares y amigos con su verdadero nombre, Marco Tulio. Y el popular médico Paracelso, que vivió entre 1493 y 1541, en realidad no era otro que Philippus Theophrastus Bombast von Hohenheim. (…)
Algunos estadistas fueron más conocidos por sus seudónimos que por sus nombres propios, como Vladimir Ilich Uliánov (Lenin), Iósif Visariónovich Dzhugashvilli (Stalin), Josip Broz (Tito), Mohandas Karamchand (Gandhi), Adolf Schicklgruber (Adolf Hitler) y Lev Bronstein (León Trotski). (…)
Entre las mujeres que más despistaban, Mary Ann Evans firmaba con el masculino George Elliot y Aurora Dupin, George Sand (…)
Otro nombre falso memorable es Mark Twain, porque el recordado autor de Las aventuras de Tom Sawyer, se llamaba, en realidad, Samuel Clemens. (…)
El chileno Pablo Neruda fue anotado como Ricardo Neftalí Reyes Basoalto, mientras que Tirso de Molina era realmente Gabriel Téllez.
Más datos: Molière era Juan Poquelin y Voltaire, François Marie Arouet. El creador de La cartuja de Parma, Stendhal, en los documentos se llamaba Marie Henri Beyle. (…)
Winona Ryder (…) figura en su pasaporte como Winona Horowitz. En el mismo tren de gente que prefiere llamarse como otra gente, Susan Abigail Tomaling prefiere ser Susan Sarandon; Michael Shalhoub, Omar Sharif; Ramón Estévez, Martin Sheen; Annie Mae Bullock, Tina Turner; Gordon Mathew Sumner, Swing; Robert Zimmerman, Bob Dylan; Nicholas Coppola, Nicholas Cage, y Cedric Clapp, Eric Clapton.
El jamás olvidado James Dean, por su parte, se llamaba Seth Ward. Mientras que Fred Astaire era Frederick Austerlitz. Y el cómico Jerry Lewis, Joseph Livitch.
Tampoco Sofía Loren es Sofía Loren: su nombre verdadero es Sofía Scicolone. Y el duro de todos los tiempos, John Wayne, fue bautizado por sus padres, quién lo diría, con el nombre de Marion Morrison. Woody Allen es Allen Stewart Konigsberg y el cantautor británico Cat Stevens se rebautizó en 1996 con otro seudónimo, más afín a su cambio religioso y político: Yusuf Islam.
                                  
Una situación peculiar es la del actor mexicano Anthony Quinn a quien se le han atribuido diferentes nombres: Antonio Rodolfo Quinn, Anthony Rudolf, Antonio Quintana, Antonio Rodolfo Oaxaca Quinn, Antonio Rodolfo Quinn Oaxaca… Otro caso singular fue el del escritor Bruno Traven cuya identidad fue un misterio por mucho tiempo, hasta que Luis Spota logró identificarlo como Otto Feige.
 
Entre los argentinos destacan Quino (creador de Mafalda) cuyo nombre es Joaquín Salvador Lavado Tejón, así como Atahualpa Yupanqui, quien en documentos oficiales aparece como Héctor Roberto Chavero.
 
Según comenta Antonio Garci, el uso de seudónimos puede presentar dificultades jurídicas.
 
Lenin (…), Stalin, Trotsky, etcétera..., todos eran apodos, y bajo estos nombres falsos con que los recordamos realizaron todo tipo de actos jurídicos, como la contratación de préstamos, sentencias de muerte, nacionalizaciones y hasta la declaración del nacimiento de la URSS. Una de la razones con las que mi abogado Víctor explica la caída y desaparición de la Unión Soviética es que cuando revisaron el acta constitutiva de esta nación se dieron cuenta de que todas las personas que habían firmado para crear este Estado usaron apodos, por lo cual ese país no tenía ningún sustento legal; desde luego esta explicación sólo tiene validez entre abogados. Ya se sabe: Si quieres estar sano, no vayas a que te revise un médico; y si quieres estar legal, no vayas a que te revise un abogado.
 
No cabe duda que el uso de seudónimos es una costumbre que ha transitado exitosamente por el tiempo y el espacio.

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