Muchos son los artistas, deportistas,
actores, políticos, escritores, líderes religiosos, cantantes, personajes de
los medios... que recurren al uso de seudónimos. Los motivos para que así
suceda pueden ser varios: eludir un nombre que no es del agrado de su poseedor,
esconder la identidad debido a motivos de seguridad o para generar enigma,
poder escribir desde puntos de vista diferentes o respecto a temáticas muy
diversas, procurar la expresión del otro yo, etc. A lo anterior hay que añadir
la búsqueda de reconocimiento y frente a ello se impone la pregunta inevitable:
¿habrían tenido el mismo éxito si hubiesen usado sus verdaderos nombres?
No tengo noticias en cuanto a que
entre los llamados “creativos” (expertos en publicidad, marketing y afines) haya
especialistas en encontrar los seudónimos adecuados al perfil de personaje que
el cliente quiera diseñar, pero es posible que así suceda.
Hay quienes han adoptado un solo seudónimo
a lo largo de su vida y también aquellos que utilizaron una gran variedad de
ellos. Un caso singular es el de Vladimir lIich Ulianov que, según Antonio Garci, “usó más de 150
seudónimos, y sólo le pegó el de Lenin”.
Alejandro Schang Viton presenta una
lista no exhaustiva de personas que hicieron uso de seudónimos.
Abundan ejemplos a lo largo de la historia: el
famoso Cicerón era llamado entre sus familiares y amigos con su verdadero
nombre, Marco Tulio. Y el popular médico Paracelso, que vivió entre 1493 y
1541, en realidad no era otro que Philippus Theophrastus Bombast von Hohenheim.
(…)
Algunos estadistas fueron más conocidos por sus
seudónimos que por sus nombres propios, como Vladimir Ilich Uliánov (Lenin),
Iósif Visariónovich Dzhugashvilli (Stalin), Josip Broz (Tito), Mohandas
Karamchand (Gandhi), Adolf Schicklgruber (Adolf Hitler) y Lev Bronstein (León
Trotski). (…)
Entre las mujeres que más despistaban, Mary Ann Evans
firmaba con el masculino George Elliot y Aurora Dupin, George Sand (…)
Otro nombre falso memorable es Mark Twain, porque
el recordado autor de Las aventuras de
Tom Sawyer, se llamaba, en realidad, Samuel Clemens. (…)
El chileno Pablo Neruda fue anotado como Ricardo
Neftalí Reyes Basoalto, mientras que Tirso de Molina era realmente Gabriel
Téllez.
Más datos: Molière era Juan Poquelin y Voltaire,
François Marie Arouet. El creador de La
cartuja de Parma, Stendhal, en los documentos se llamaba Marie Henri Beyle.
(…)
Winona Ryder (…) figura en su pasaporte como Winona
Horowitz. En el mismo tren de gente que prefiere llamarse como otra gente,
Susan Abigail Tomaling prefiere ser Susan Sarandon; Michael Shalhoub, Omar
Sharif; Ramón Estévez, Martin Sheen; Annie Mae Bullock, Tina Turner; Gordon
Mathew Sumner, Swing; Robert Zimmerman, Bob Dylan; Nicholas Coppola, Nicholas
Cage, y Cedric Clapp, Eric Clapton.
El jamás olvidado James Dean, por su parte, se
llamaba Seth Ward. Mientras que Fred Astaire era Frederick Austerlitz. Y el
cómico Jerry Lewis, Joseph Livitch.
Tampoco Sofía Loren es Sofía Loren: su nombre
verdadero es Sofía Scicolone. Y el duro de todos los tiempos, John Wayne, fue
bautizado por sus padres, quién lo diría, con el nombre de Marion Morrison.
Woody Allen es Allen Stewart Konigsberg y el cantautor británico Cat Stevens se
rebautizó en 1996 con otro seudónimo, más afín a su cambio religioso y
político: Yusuf Islam.
Una situación peculiar es la del
actor mexicano Anthony Quinn a quien se le han atribuido diferentes nombres: Antonio
Rodolfo Quinn, Anthony Rudolf, Antonio Quintana, Antonio Rodolfo Oaxaca Quinn, Antonio
Rodolfo Quinn Oaxaca… Otro caso singular fue el del escritor Bruno Traven cuya
identidad fue un misterio por mucho tiempo, hasta que Luis Spota logró
identificarlo como Otto Feige.
Entre los argentinos destacan Quino
(creador de Mafalda) cuyo nombre es Joaquín Salvador Lavado Tejón, así como
Atahualpa Yupanqui, quien en documentos oficiales aparece como Héctor Roberto
Chavero.
Según comenta
Antonio Garci, el uso de
seudónimos puede presentar dificultades jurídicas.
Lenin
(…), Stalin, Trotsky, etcétera..., todos eran apodos, y bajo estos nombres
falsos con que los recordamos realizaron todo tipo de actos jurídicos, como la
contratación de préstamos, sentencias de muerte, nacionalizaciones y hasta la
declaración del nacimiento de la URSS. Una de la razones con las que mi abogado
Víctor explica la caída y desaparición de la Unión Soviética es que cuando
revisaron el acta constitutiva de esta nación se dieron cuenta de que todas las
personas que habían firmado para crear este Estado usaron apodos, por lo cual
ese país no tenía ningún sustento legal; desde luego esta explicación sólo
tiene validez entre abogados. Ya se sabe: Si quieres estar sano, no vayas a que
te revise un médico; y si quieres estar legal, no vayas a que te revise un
abogado.
No cabe duda que el uso de seudónimos es
una costumbre que ha transitado exitosamente por el tiempo y el espacio.
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