martes, 23 de septiembre de 2014

Un Quijote de la lengua


Raúl Prieto, quien también escribió bajo el seudónimo de Nikito Nipongo, dirigió sus críticas a la Real Academia Española así como también a la Academia Mexicana correspondiente de la Real Academia Española. Sus señalamientos, entre otros, apuntaban a la dependencia de ésta última respecto a la RAE, lentitud de ambas para aceptar nuevos términos, pobreza de sus publicaciones, dispendio de recursos económicos, inoperancia, acartonamiento de los académicos, etc.

En libros como Nueva madre Academia. Crítica sicalíptico-lexicográfica en prosa (México, Grijalbo, 1981) y ¡Vuelve la Real Madre Academia! (México, Océano, 1985) sus críticas se tornan irónicas, filosas, sarcásticas, entre otras lindezas. Como las mismas no pasaron desapercibidas fueron apareciendo airadas reacciones: en 1981 la académica mexicana María del Carmen Millán lo desafió públicamente y don Raúl no tardó en aceptar el reto:

Replico al desafío que tan frívolamente me hizo doña María del Carmen Millán, diciendo: “¡Fuera bueno que estuviera él ahí, a ver qué hacía!” ¿Qué a ver qué hacía yo en la Academia? Primero: echaría a los actuales académicos, comenzando por ella –una persona tan irresponsable como para ponerse a lanzarle chingaderas a un libro, éste, pese a que del mismo sólo ha ojeado dos o tres páginas-; segundo: eliminaría el nombre Academia Mexicana correspondiente de la Real Academia Española y en su lugar pondría el de Instituto Mexicano de la Lengua, independiente de la Real Academia Española y totalmente soberano; tercero: como parte del personal del Imel contrataría, sin ceremonias ni discursos ni payasadas, a cuanto lingüista, gramático, lexicógrafo y conocedor del español –importando poco su nacionalidad- fuera posible, pero siempre dispuesto a laborar con entusiasmo y no simplemente a cobrar por hacerse pendejo; cuarto: nombraría consejeros a un gran número de hombres de ciencia, de artistas, de técnicos, etcétera, pagándoles decorosamente cada consulta que atendieran; quinto: procedería a alcanzar de inmediato las metas para las que se creó la dicha Academia Mexicana y otras más.
Eso es lo que, teniendo el poder suficiente, principiaría por hacer. Sin embargo, no me forjo ilusiones al respecto.

Raúl Prieto presentó batalla ante los molinos de viento como un Quijote de la lengua. Tal vez fue por ello que no disimuló su simpatía e identificación con dicho personaje al que puso a trabajar a favor de su causa.

(…) don Miguel de Cervantes ni siquiera adivinó lo que podría ser la Real Academia Española, en su condición de sociedad lingüista. Empero, admitiendo imaginariamente esa posibilidad, entonces Cervantes hubiera incluido en el Quijote o en algún otro trabajo suyo, como personaje ridículo, a un académico de la lengua. En cualquier otra forma se habría burlado de la propia Real Academia Española, por su pretensión de volver a la lengua un habla cortesana, de la gente bien, y por su posición monárquica, clerical, localista, imperial, obsoleta, misógina, racista, murcielaguina, oscurantista, polvorienta…
(…) Cervantes, en fin, tenía que haber sido antiacadémico y también su personaje: don Quijote (…)
Cuando en Madrid visité la casona de la Real Academia Española (…) imaginé a los venerables espectros de don Quijote y de Sancho entrando intempestivamente. El Caballero de la Triste Figura, dirigiéndose a los académicos adormilados en sus sillones, les habría espetado algo similar a esta colección de lindezas que se pueden espigar en la obra de Cervantes: “¡Follones y malnacidos, soez y baja canalla, cobardes y viles criaturas, gente endiablada y descomunal, socarrones de lengua viperina, malandrines, follones, robadores y salteadores de sendas y carreras, ladrones en cuadrilla, sacos de maldades y costales de malicias, embusteros y grandísimos maleadores, canalla malvada y peor aconsejada, trogloditas, bárbaros y antropófagos!” Y a continuación don Quijote y su escudero habrían molido a lanzazos y palos a los momificados miembros de la Real. (…)
En la obra de Cervantes palpita un antiacademicismo tácito. Don Quijote es un libro sustancialmente opuesto al Diccionario de la Lengua Española. Cervantes, por ejemplo, satiriza a los frailes, a los monjes, a los curas, al clero en general y no hubiera estado nunca del lado de una entidad tan beata y mojigata como lo es la Real Academia Española. Aunque escudándose en recovecos y distintos disfraces, en el Quijote se suceden las burlas dedicadas a instituciones represivas, políticas o religiosas.

Pero no vaya a creerse que Prieto no dejaba títere con cabeza; por el contrario, reivindicaba la figura de otros estudiosos de la lengua que desarrollaron su labor sin mayores oropeles.

Perteneció María Moliner a un grupo de héroes por el que tengo especial aprecio. Entre los que lo componen figuran (…) Sebastián de Covarrubias y Noé Webster, como asimismo Joan Corominas (…), a quien se debe ante todo el monumental Diccionario Crítico Etimológico y su versión reducida: Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, aparte de otras obras importantísimas. Los personajes citados y algunos más se ajustan a un común denominador: todos han sido artesanos solitarios de la lingüística; han emprendido y culminado sus trabajos lexicográficos prácticamente sin ayuda de nadie.

Seguramente Raúl Prieto se sintió tan cercano a estos artesanos de la lingüística como ajeno y distante de los académicos.

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