Raúl Prieto, quien también escribió bajo el seudónimo de Nikito Nipongo, dirigió sus críticas a
la Real Academia Española así como también
a la Academia Mexicana correspondiente de
la Real Academia Española. Sus señalamientos, entre otros, apuntaban a la
dependencia de ésta última respecto a la RAE, lentitud de ambas para aceptar
nuevos términos, pobreza de sus publicaciones, dispendio de recursos económicos,
inoperancia, acartonamiento de los académicos, etc.
En libros como Nueva madre Academia. Crítica
sicalíptico-lexicográfica en prosa
(México, Grijalbo, 1981) y ¡Vuelve la Real Madre Academia! (México,
Océano, 1985) sus críticas se tornan irónicas,
filosas, sarcásticas, entre otras lindezas.
Como las mismas no pasaron desapercibidas
fueron apareciendo airadas reacciones: en 1981 la académica mexicana María del
Carmen Millán lo desafió públicamente y don Raúl no tardó en aceptar el reto:
Replico al desafío que tan frívolamente me hizo doña
María del Carmen Millán, diciendo: “¡Fuera bueno que estuviera él ahí, a ver
qué hacía!” ¿Qué a ver qué hacía yo en la Academia? Primero: echaría a los actuales académicos, comenzando por ella
–una persona tan irresponsable como para ponerse a lanzarle chingaderas a un
libro, éste, pese a que del mismo sólo ha ojeado dos o tres páginas-; segundo: eliminaría el nombre Academia Mexicana correspondiente de la Real
Academia Española y en su lugar pondría el de Instituto Mexicano de la
Lengua, independiente de la Real Academia Española y totalmente soberano; tercero: como parte del personal del
Imel contrataría, sin ceremonias ni discursos ni payasadas, a cuanto lingüista,
gramático, lexicógrafo y conocedor del español –importando poco su
nacionalidad- fuera posible, pero siempre dispuesto a laborar con entusiasmo y
no simplemente a cobrar por hacerse pendejo; cuarto: nombraría consejeros a un gran número de hombres de
ciencia, de artistas, de técnicos, etcétera, pagándoles decorosamente cada
consulta que atendieran; quinto: procedería
a alcanzar de inmediato las metas para las que se creó la dicha Academia
Mexicana y otras más.
Eso es lo que, teniendo el poder suficiente, principiaría
por hacer. Sin embargo, no me forjo ilusiones al respecto.
Raúl Prieto presentó batalla ante los molinos de viento como un Quijote de
la lengua. Tal vez fue por ello que no disimuló su simpatía e identificación
con dicho personaje al que puso a trabajar a favor de su causa.
(…) don Miguel de Cervantes ni siquiera adivinó lo que
podría ser la Real Academia Española, en su condición de sociedad lingüista.
Empero, admitiendo imaginariamente esa posibilidad, entonces Cervantes hubiera
incluido en el Quijote o en algún otro trabajo suyo, como personaje ridículo, a
un académico de la lengua. En cualquier otra forma se habría burlado de la
propia Real Academia Española, por su pretensión de volver a la lengua un habla
cortesana, de la gente bien, y por su posición monárquica, clerical, localista,
imperial, obsoleta, misógina, racista, murcielaguina, oscurantista,
polvorienta…
(…) Cervantes, en fin, tenía que haber sido antiacadémico
y también su personaje: don Quijote (…)
Cuando en Madrid visité la casona de la Real Academia
Española (…) imaginé a los venerables espectros de don Quijote y de Sancho
entrando intempestivamente. El Caballero de la Triste Figura, dirigiéndose a
los académicos adormilados en sus sillones, les habría espetado algo similar a
esta colección de lindezas que se pueden espigar en la obra de Cervantes:
“¡Follones y malnacidos, soez y baja canalla, cobardes y viles criaturas, gente
endiablada y descomunal, socarrones de lengua viperina, malandrines, follones,
robadores y salteadores de sendas y carreras, ladrones en cuadrilla, sacos de
maldades y costales de malicias, embusteros y grandísimos maleadores, canalla
malvada y peor aconsejada, trogloditas, bárbaros y antropófagos!” Y a
continuación don Quijote y su escudero habrían molido a lanzazos y palos a los
momificados miembros de la Real. (…)
En la obra de Cervantes palpita un antiacademicismo
tácito. Don Quijote es un libro sustancialmente opuesto al Diccionario de la
Lengua Española. Cervantes, por ejemplo, satiriza a los frailes, a los monjes,
a los curas, al clero en general y no hubiera estado nunca del lado de una
entidad tan beata y mojigata como lo es la Real Academia Española. Aunque
escudándose en recovecos y distintos disfraces, en el Quijote se suceden las
burlas dedicadas a instituciones represivas, políticas o religiosas.
Pero no vaya a creerse que Prieto no dejaba títere con cabeza; por el
contrario, reivindicaba la figura de otros estudiosos de la lengua que
desarrollaron su labor sin mayores oropeles.
Perteneció María Moliner a un grupo de héroes por el que
tengo especial aprecio. Entre los que lo componen figuran (…) Sebastián de
Covarrubias y Noé Webster, como asimismo Joan Corominas (…), a quien se debe
ante todo el monumental Diccionario
Crítico Etimológico y su versión reducida: Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, aparte de
otras obras importantísimas. Los personajes citados y algunos más se ajustan a
un común denominador: todos han sido artesanos solitarios de la lingüística;
han emprendido y culminado sus trabajos lexicográficos prácticamente sin ayuda
de nadie.
Seguramente Raúl Prieto se sintió tan cercano a estos artesanos de la
lingüística como ajeno y distante de los académicos.
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