jueves, 3 de abril de 2014

Aproximación a la historia del tenedor


La escena de una comida en tiempos remotos no deja de ser un espectáculo sorprendente a una mirada que responda a la cultura contemporánea. Una pequeña muestra de ello lo proporciona el siguiente texto que ha sido adjudicado nada menos que a Leonardo Da Vinci

Acerca de los modales de Mi Señor Ludovico y sus invitados en la mesa.
Me parece indigna de los tiempos presentes la costumbre de Mi Señor Ludovico de atar conejos a las sillas de los invitados para que aquellos puedan limpiarse la grasa de las manos en el lomo de los animales. Además cuando, después de la comida los animales son recogidos y llevados al lavadero, contaminan la otra ropa con la que se los lava con su hedor.
Asimismo, tampoco puedo comprender la costumbre que tiene Mi Señor de limpiar su cuchillo en la ropa de sus compañeros de mesa. ¿Por qué no lo hace, como el resto de los miembros de la corte, en el mantel? 

Pero no se caiga en el error de suponer que por aquellos entonces no estaban presentes las reglas de urbanidad y cortesía. Al respecto Julio Camba cita el tratado de la Civilidad –edición de 1530- de Erasmo: “En vez de chuparse los dedos o de limpiárselos en la ropa después de comer, será más honesto secarlos con el mantel o la servilleta”. A lo que añade Camba:  

Lo único gracioso de esta máxima, sin embargo, es la seriedad con que está escrita, porque, a pesar de sus relaciones con príncipes y magnates, Erasmo no conocía el tenedor. (…)
La primera corte que usó el tenedor fue la de Enrique III, duque de Anjou (…) Posteriormente, Luis XIV abolió el tenedor de su casa, y hasta bien entrado el siglo XVIII no se vio el curioso instrumento en manos de la burguesía francesa. (…)
Pero no se crea por esto que el tenedor nació en Francia. Según parece, su inventor fue un italiano (…)

Aceptando que la mesa es un lugar tan poco apropiado como recurrido para discusiones de alto tono (ni se diga si la comida es acompañada de bebidas alcohólicas identificadas como espirituosas), no deja de ser entendible la resistencia a facilitar cubiertos a los comensales. Como dice Elías Canetti: “Comemos con tenedor y cuchillo, dos instrumentos que podrían servir fácilmente para atacar. Cada cual tiene los suyos ante sí, y en determinadas ocasiones los lleva consigo.”  El cuchillo es el cubierto más temido por su potencial agresivo, pero el tenedor no la ha tenido mucho más fácil; Michel Tournier afirma a este respecto

El tenedor –que en francés se llama foruchette, es decir, horca pequeña- puede parecer a primera vista una mano pequeña. Se trata sólo de una apariencia, pues los dedos de la mano tienen cada uno su personalidad, son prensiles y, sobre todo, a los cuatro dedos colocados en un mismo plano se añade el pulgar que puede oponerse a los demás. (…)
El tenedor tiene algo de diabólico. El diablo suele ser representado con una horca en la mano, sin duda para echar a los réprobos al fuego del infierno. Así como la cuchara tiene vocación vegetariana, el tenedor es un símbolo carnívoro.

Para Tournier la cuchara es el instrumento más amigable. “Por el contrario, la cuchara actúa sin malicia ni azares. Acaricia suavemente la superficie del líquido para descremarlo sin violencia. Hay en ella una redondez, una concavidad, una suavidad, que evocan el gesto tierno y paciente de una madre dando la papilla a su bebé.”

Eduardo Galeano también subraya las connotaciones diabólicas del tenedor (cuyo origen, a diferencia de Camba, lo sitúa en Bizancio) y las resistencias que generara.

Dicen que Leonardo quiso perfeccionar el tenedor poniéndole tres dientes, pero le quedó igualito al tridente del rey de los infiernos.
Siglos antes, san Pedro Damián había denunciado esta novedad venida de Bizancio:
—Dios no nos hubiera dado dedos si hubiera querido que usáramos ese instrumento satánico.

Luego del tenedor mejorado por Leonardo, y que se ha convertido en el clásico, han continuado las innovaciones; al respecto afirma Julio Camba                                   

(…) ya no sé cuándo alcanzó la categoría de cuadridígito. Por cierto que, últimamente, han surgido en nuestras mesas unos tenedores palmípedos, con los dedos unidos en casi toda su extensión por una membrana de metal, y que, si a primera vista parecen cucharas disfrazadas de tenedores, sometiéndolos, en cambio, a un examen más detenido, sólo parecen tenedores disfrazados de cucharas. Producto híbrido y carnavalesco, este aparato constituye la última evolución del tenedor, y en Inglaterra está obteniendo un éxito loco.

Estos esfuerzos del tenedor por disfrazarse de cuchara no han sido exitosos si tenemos en cuenta la resistencia que tienen algunas líneas aéreas (después de los atentados a las Torres Gemelas) para proporcionar cubiertos de metal a sus pasajeros. La eficacia de esa medida preventiva ha sido total debido a que las considerables dificultades que ofrecen los cubiertos de plásticos para cortar un pequeño trozo de carne dejan en claro su imposibilidad para poner en riesgo la seguridad de un vuelo.

1 comentario:

Pancho Bustamante dijo...

Es sugestivo que en momentos en que desertan tus molares te pongas a pensar en sus aliados en la cadena alimenticia. Abrazo, Pancho