jueves, 27 de junio de 2013

Las cosas por la mitad

Muchas son las ocasiones en que viendo la mitad de los acontecimientos  actuamos suponiendo que conocemos toda la realidad.
 
En algunos casos podría pasar que después -a toro pasado- nos desayunemos y caigamos en la cuenta de aquello que en su momento ignoramos. También es posible que persistamos en el error al no enterarnos nunca de aquello que desconocíamos.
 
Todo ello presenta similitudes con lo que sucedió a la señora S. y de lo que da cuenta Oliver Sacks en su calidad de médico tratante.  

La señora S., una mujer inteligente de sesenta años, ha sufrido un grave ataque que afecta a las partes posteriores y más profundas del hemisferio cerebral derecho. Conserva plenamente la inteligencia... y el humor.
A veces se queja a las enfermeras de que no le han puesto el postre o el café en la bandeja. Cuando las enfermeras le explican: “Pero, señora S., lo tiene ahí, a la izquierda”, parece no entender lo que le dicen, y no mira a la izquierda. Si tiene la cabeza ligeramente girada, de manera que resulte visible el postre para la mitad derecha intacta del campo visual, dice: “Vaya, pero si está ahí... pues antes no estaba”. La señora S. ha perdido totalmente la noción de “izquierda”, tanto por lo que se refiere al mundo como a su propio cuerpo. Se queja a veces de que las raciones son demasiado pequeñas, pero esto se debe a que sólo come de la mitad derecha del plato... no cae en la cuenta de que pueda haber también una mitad izquierda. A veces se pinta los labios y se maquilla la mitad derecha de la cara, olvidándose por completo de la izquierda (…)

 
El doctor Sacks afirma que es imposible tratar con ella “estos problemas porque no hay modo de atraer su atención hacia ellos (...) y no tiene ni idea de que existan”. El reconocido neurólogo aún aporta otro dato. “Lo sabe intelectualmente, y puede comprenderlo, y reírse; pero le es imposible saberlo de una forma directa.” Concluye su análisis diciendo: “A la señora S. le resultaban particularmente desagradables las burlas de que la hacían objeto cuando aparecía con sólo la mitad de la cara maquillada, el lado izquierdo absurdamente vacío de carmín y de colorete.”
 
No cabe duda que en muchas circunstancias actuamos igual que la señora S., al punto que podríamos hacer nuestra su afirmación: “Yo miro en el espejo (…) y pinto todo lo que veo.” A este respecto Pedro Chinaglia es contundente. “Suele decirse que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Pero hay otro tipo peor de ceguera: la de los ciegos que están convencidos que ven (…) y han llegado a convencerse de que la realidad es tal y como sus ojos ciegos la testimonian.”
 
¿Le habrán contado de nosotros o sólo lo dice al tanteo?

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