viernes, 7 de enero de 2011

San Lunes

Tengo claro que los lunes son lunes en buena parte del mundo. Claro que hay lugares en que por una extraña alquimia de origen religioso los domingos (u otro día) son los verdaderos lunes y por tanto los lunes auténticos pierden su carácter de cuesta de la semana. Estos cambios también tienen lugar en algunos oficios de nuestro propio entorno, como el caso de aquel taxista que un día me comentó: “los lunes son mi domingo”. Estos casos son excepciones en nuestra geografía semanal en que el lunes y el viernes son antípodas que se convierten en puntos de referencia. Otra excepción la refería Hugo Gutiérrez Vega cuando aludía a  un martes que tenía mucho de lunes y muy poco de viernes.

Ilustración: Margarita Nava
Parte de esta alergia al lunes tiene que ver básicamente con el regreso tan temido al trabajo luego del descanso del fin de semana. El problema seguramente tiene sus raíces en la desgracia que implica el trabajo y que se pone de manifiesto en el Libro del Génesis. En 1886 Manuel Gutiérrez Nájera comentaba lo siguiente:
La pereza es santa. El trabajo vino al mundo con el pecado: es un hijo del diablo. Mientras el hombre fue bueno, a semejanza del Creador, no trabajó. Adán, en el Paraíso, era un holgazán. Dios, pues, hizo al hombre para que fuera lo que hoy llamamos un ocioso. Se necesitó la intervención del diablo para convertir a aquel espíritu contemplativo en un ser laborioso. El trabajo, por consiguiente, es un castigo.
Por nuestros rumbos para la gran mayoría de las gentes el temor al lunes es de tal tamaño, que en ocasiones ese día con clara vocación imperialista comienza a mostrar su hilacha al extender su área de influencia desde el domingo en la tarde. Diversos estudiosos de la conducta humana han coincidido en que quien tiene claro el sentido de su vida lo demuestra los domingos de tarde. Y cuando todo parece indicar que no es posible que exista algo peor al domingo de tarde pronto descubrimos nuestro error: llega el domingo de noche.

 Así hay quienes en vísperas del lunes agarran la jarra (cuando no la traen asida desde antes) con el único fin de olvidar la llegada de lo inevitable: el comienzo de semana, el regreso al trabajo, la rutina, las obligaciones. Cuanto más difícil sea el trato hacia el jefe, peor la sola idea de tener que volver a verle la cara. Y con unos buenos alcoholes entre pecho y espalda uno se vuelve más valiente y hasta el jefe nos hace los mandados. En estado de pre-coma etílico somos capaces de decirle lo que en persona jamás nos atreveríamos. 

Pero invariablemente llegará el momento en que si estamos en la casa se acaba la botella o si nos encontramos en la cantina ya no hay dinero para tomar la última. Es el momento propicio para descubrir la sabiduría de lo que dicen que decía Oscar Wilde: “tomo para ahogar mis penas, pero las malditas flotan”.

El lunes en la madrugada será tan grande el dolor de cabeza o la debilidad por la vomitada de la noche que no hay estado de ánimo suficiente como para ir al trabajo. 

A resultas de lo anterior en los días lunes se reduce notoriamente la asistencia del personal a los distintos centros de trabajo (oficinas, obras en construcción, talleres varios, policías, carteros, vendedores ambulantes, conductores de microbuses y varios etcéteras). No tengo idea acerca de si existen estadísticas comparadas sobre como se encuentra el ausentismo en México en relación a otros países. Sospecho que estamos entre las naciones que encabezan la tabla de posiciones.

Es usual que cuando se pregunta acerca de las causas de la ausencia de determinado colega (si no es el caso de que dicho colega sea uno mismo) la respuesta es lacónica: está festejando a san Lunes. Prueba de la popularidad de dicha fiesta (que de más está decirlo no cuenta con mucha chance de ser admitida al santoral oficial) es que hasta existe una canción que así se titula.

Y es que el lunes por la mañana la única voluntad, en caso de que exista, del sujeto lo conduce a comer o tomar algo que le permita hacer frente a la cruda con cierta dignidad, pues como dice Francisco Padrón “la cruda es una de las causas principales de la devoción por San Lunes”. 

Alguien me comentó que en cierta ocasión don Mario de Gasperín, obispo de Querétaro comenzó su homilía diciendo: “Se solicitan albañiles protestantes”. Enseguida señaló que había visto esta frase en un letrero colocado afuera de un edificio en construcción por lo que se acercó a la obra y preguntó:
-¿Por qué los albañiles tienen que ser protestantes?
-Porque los protestantes no se emborrachan (sabida es la lucha sin cuartel que sostienen contra el alcohol algunos grupos de la iglesia reformada). Los católicos, en cambio, se emborrachan el fin de semana y no vienen a trabajar los lunes. Dicen que celebran “San Lunes”.
Me imagino que si un albañil católico aspira al trabajo y es rechazado podría presentarse a la CONAPRED para denunciar la discriminación de que pudo ser sujeto por motivos religiosos. Seguramente le asistiría la razón aun cuando en realidad la restricción no tiene orígenes religiosos sino en relación a la ingesta de alcohol.

Esta singular festividad de inicio de semana cuenta con reconocimiento oficial, tal como lo informa Elsa R. de Estrada
[...] la devoción a San Lunes se antoja un mal nacional, como queda de manifiesto en el hecho incontrovertible de que sea México el único país del mundo en el que existe, una población llamada, precisamente, San Lunes (sita a las afueras de Pachuca, en el estado de Hidalgo), así bautizada en honor a la vinatería del pueblo –llamada también San Lunes-, que solía suministrar de provisiones para su muy particular culto a los trabajadores de la Compañía Minera de Santa Gertrudis, ahí asentados desde finales del siglo XIX.  
Ante mi desconfianza que lo anterior resultara una broma para incautos recurrí al directorio telefónico, más concretamente al apartado en donde figuran las claves telefónicas de las diversas ciudades y poblaciones del país. Busqué a San Lunes y no encontré población alguna con tal nombre. Pero leyendo el periódico La Jornada del 31 de marzo de 2002 encontré en la p. 22 una nota procedente del estado de Hidalgo que da cuenta de un accidente de tránsito que tuvo lugar “en el corredor turístico Pachuca Mineral del Monte, sobre el kilómetro 2.5, de la comunidad de San Lunes”. 

Una vez más pude descubrir que en ocasiones la incredulidad sobre algunos sucesos de la realidad mexicana deja de ser expresión de un sano juicio crítico para ser solamente manifestación de una subestimación sobre lo que la realidad puede dar de sí.


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