viernes, 31 de diciembre de 2010

En torno a los exvotos

Los retablos constituyen una antigua tradición religiosa en la que por medio de pequeñas pinturas sobre madera o lámina se deja constancia de un acontecimiento milagroso con final feliz que pudo tener lugar gracias a que el protagonista al enfrentar una situación extrema se encomendó con devoción a Dios, a Cristo, a la Virgen o –con menos frecuencia- al santo de su preferencia. Según Rafael Barajas, El Fisgón “La palabra ‘retablo’ viene del latín y significa ‘detrás de la tabla’. Los primeros retablos de la Europa cristiana contenían imágenes sacras que representaban escenas de un suceso generalmente milagroso, ya que la Iglesia se valió de ellos para divulgar la vida y los milagros de los santos.” Es frecuente utilizar como sinónimos las expresiones retablo y exvoto (que procede del latín Ex voto: ofrendas que los fieles dedican a los santos, la Virgen o Dios).
Ilustración: Margarita Nava
Su origen hay que rastrearlo en el pasado remoto y es posible que haya tenido lugar en la Edad Media cuando los nobles encargaban a sus pintores preferidos la reproducción de alguna situación milagrosa. Tiempo después, cuando dejó de censurarse la salida del anonimato, se pedía al artista que agregara en la obra el retrato del donante. En el Renacimiento, de acuerdo con Noel Clarasó, la primera obra de Rafael Sanzio fue precisamente un exvoto que se conserva en el Museo de Liverpool y que lo pintó cuando sólo contaba con doce años de edad. 

Cuando la conquista, los misioneros trajeron consigo esta tradición que se fue difundiendo durante la colonia y que, de acuerdo con Rafael Barajas El Fisgón, habría de tener algunas modificaciones en territorios de la Nueva España. 
[...] los misioneros que viajaron de Europa para convertir a los habitantes del Nuevo Mundo al catolicismo encontraron en el retablo una muy eficaz forma de propaganda, y fue así como esta manifestación de la cultura católica se difundió en la Nueva España. Sin embargo, los milagros que se narraban en los retablos de las fachadas y los altares de las iglesias barrocas mexicanas se referían a hechos que poco o nada tenían que ver con la vida de los nativos de las tierras de América.
Román Calvo ilustra el proceso mediante el cual se hacía el exvoto y en el que participan la persona beneficiada por el milagro y el artista que con su peculiar interpretación plasma el acontecimiento.
Nuestro pueblo, puesta siempre la fe en un ser superior, después de recibir un favor divino, ha acostumbrado encargar un retablo y llevarlo a los pies del santo benefactor.
[...] la señora beneficiada corría con el pintor del pueblo, el cual era casi siempre analfabeta, y le narraba con emoción el suceso; el artista fantasioso, sensible, dueño de ese espíritu artístico tan propio de nuestra raza, lo imaginaba a su manera y luego lo plasmaba en una tabla, o en un pedazo de lámina, dándole expresión y color muy particulares. Luego, "como un notario que diera fe de algo que hubieran atestiguado ante su mesa", escribía o hacía que esculpiesen al pie del cuadro la narración del milagro. Descripción hecha con muy mala letra y con deliciosas faltas de ortografía.
En ciertos casos estas imágenes han sido realizadas con maestría por algún pintor de oficio, por lo que es posible que haya existido un floreciente mercado de exvotos hechos bajo pedido por pintores de disímil calidad. No es de extrañar que los mismos pintores valoraran estas obras, tal es el caso del Doctor Atl -quien citado por Rafael Barajas, El Fisgón- describió a los exvotos como "obras pictóricas de un gran interés por su increíble ingenuidad y porque representan más que ninguna otra manifestación, la fe popular". Sea por su valor devocional, artístico o histórico los exvotos concitaron la atención de artistas y escritores.

Muchos exvotos han pasado de los templos a  manos de coleccionistas dado que por una parte, estas muestras de religiosidad popular no han sido suficientemente valoradas por el llamado arte sacro, mientras que por otro lado no hay que olvidar la incesante labor de los comerciantes. Román Calvo es categórico al respecto.  “Las iglesias, fuente de riqueza artística colonial, se ven despojadas de todos sus bienes. Quién colecciona cruces, quién santos, quién retablos; y los comerciantes, bandoleros del presente, saquean los templos en aras del arte. Y cuando no se puede conseguir un santo entero, se le despedaza; hay quien colecciona manos, cabezas, pies, patéticos cristos sin cruz; o solitarias cruces sin Cristo.” De esta manera muchos exvotos han ido desapareciendo de los templos y ahora forman parte de colecciones particulares. 

Algunos personajes destacados de la vida cultural han sido coleccionistas de estas piezas. Tal es el caso de Frida Kahlo y Diego Rivera, por lo que actualmente en la casa azul de Coyoacán existe una muestra de ellos. 

De los que aún se conservan en los templos hay que destacar los exhibidos en la antigua Basílica de Guadalupe donde existe una valiosa colección de exvotos, algunos de ellos muy antiguos.  

Ahora bien, ciertos retablos adquieren rasgos de humor involuntario. Hace algunos años, una maestra de Ojinaga, Chihuahua me comentaba que en un templo de esa localidad había uno de ellos que agradecía a la Virgen de Guadalupe “por proteger a mi hija de la epidemia de partos que hay en este pueblo”.

Más de un escritor ha registrado exvotos sorprendentes descubiertos en diversas regiones; Jorge Ibargüengoitia relata su experiencia en el Estado de Guanajuato.

[...] hay dos, que vi en la Cata, precisamente, que me parecen admirables.
Uno de ellos representa el interior de una habitación: un hombre está saltando hacia afuera por la ventana, una mujer tiene las manos juntas y alza los ojos hacia la imagen del Cristo de Villaseca, y otro hombre está entrando por la puerta. La leyenda dice así: "estando yo, Fulana, en compañía del señor Zutano, ocurrió que mi marido, Mengano, regresara a la casa antes de lo que se esperaba. Al verme en aquella angustia, me encomendé a Cristo de Villaseca y éste me hizo el milagro de que el señor Zutano pudiera brincar por la ventana antes de que mi marido lo viera”. Nótese que el exvoto, con tantos detalles, anula el efecto del milagro.
Hay otro que me gusta todavía más. El donante afirma en el texto que una tarde entró en una tienda en donde se encontraba otro parroquiano, el señor Fulano de Tal, quien, al verlo llegar, sacó un verduguillo y le dio una tajada en la panza. Pero esto no es más que el principio. El donante perdió sangre y después el conocimiento. Cuando volvió en sí se llevó el susto que lo hizo encomendarse al Señor de Villaseca: "... cuando abrí los ojos me di cuenta de que estaba en el hospital y que entre varios doctores me habían sacado las tripas y las estaban examinando".
Comprendió que su fin se acercaba y se encomendó al Cristo de Villaseca, quien hizo el milagro de sanarlo. El retablo nos presenta al destripado en la mesa de operaciones rodeado de ocho figuras de blanco, que tienen entre las manos algo que parece una rosca de Reyes. A través del techo del quirófano puede verse la figura esplendorosa del Cristo de Villaseca.
 Por su parte Eduardo Galeano también ha registrado el texto de algunos exvotos que no tienen desperdicio.

“El 15 de junio de 1790 un asesino se arrepintió ante la prodigiosa imagen del Señor de Plateros y así fue resucitado el hombre a quien él había dado muerte con una grande piedra. Y para testimonio del milagro, el resucitado trajo la piedra sobre su cabeza a este santuario, al día siguiente de cometido el crimen.”
“La señora Margarita Canales de Gutiérrez da gracias a la Virgen Nuestra Señora de Guadalupe porque el 10 de enero de 1914 las tropas de Pancho Villa entraron en Ojinaga y violaron a su hermana y a ella no.”
“El señor Pablo Estrada, decepcionado por la muerte de su madre, apeló al suicidio, pegándose seis veces con un martillo, dándole gracias a la Virgen de San Juan por haberle quitado ese mal pensamiento.”
“Doy infinitas gracias al Santo Niño de Atocha por librarme de una pena de 40 años de prisión y sólo pagarla con ocho días. José Guadalupe de la Rueda, Penal de Barrientos.”
“Doy gracias al Santo Niño porque tengo tres hermanas y yo soy la más fea y me casé primero.”
“Infinitas gracias doy a la Virgencita de los Dolores porque antenoche mi mujer se juyó con mi compadre Anselmo y con eso él va a pagar todas las que me ha hecho.”
“Doi grasias al Dibino Rostro de Acapulco porque maté a mi marido i no me isieron nada. Rosa Perea.”
En esta relación no pueden faltar algunos seleccionados por el sacerdote Joaquín Antonio Peñalosa de los rumbos de San Luis Potosí.
“Le doy gracia al Señor del Sausito, que habiendo caído mi hijo a un poso, no murió ogado sino del golpe”.
“Doy gracias a San Caralampio por el milagro tan grande que me iso de que cuando me iva a comer un lión, desperté”.
Lo anterior es una pequeña muestra de los sorprendentes relatos del que dan cuenta los exvotos, por lo que Román Calvo sostiene que ciertas historias son “tan irreales que pudieran ser verdaderas y otras tan reales que nos parecen increíbles”.

En ciertos casos se percibe claramente el sentimiento que tenía quien lo hizo con sus propias manos o lo que pudo trasmitir el interesado al artista popular (reconocido o no tanto pero cuyos honorarios estaban a su alcance) al que encargó la obra. Pero existen también los que dejan abierto un abanico de posibilidades. Al respecto señala Calvo: “¿Qué hay detrás de las palabras: Doi Gracias a la birgen de Zapopa por aver echo que mi josedejara deve ver? ¿Ignorancia?, ¿tragedia?, ¿angustia?, ¿fe...?, ¿fe, que es el pan de los pobres?”

Esta tradición, como ha acontecido con otras, ha ido desapareciendo en forma paulatina y el cambio hacia nuevas formas de expresar el agradecimiento, en opinión de Calvo, ha sido francamente desfavorable. “Nuestro pueblo se ha actualizado mucho, de manera que ahora sólo vemos un pequeño inserto en el periódico que escuetamente dice: ‘Doy gracias a San Martín de Porres por haberme ayudado en mi necesidad’. ¡Qué frío y qué poco artístico resulta!” 

Hace unos cuantos años Jorge Ibargüengoitia compartía la opinión de que los exvotos clásicos habían pasado de moda pero advertía la irrupción de una nueva variante que podríamos identificar como exvotos laicos.

[...] Pero si los retablos exvotos pasaron de moda, no ocurrió lo mismo con el proceso del que formaban parte: los atribulados piden y cuando se les concede el favor, agradecen. Igual que antes.
Los nuevos exvotos son las "cartas abiertas" al Presidente de la República, y los "telegramas urgentes", que aparecen en plana entera, en los periódicos.
Como arte son todavía inferiores a los retablos. Si de éstos se salvaban pocos, del nuevo género no se salva ninguno. Son carísimos e ilegibles. En cuanto a eficacia, yo la veo dudosa.
Han pasado los años, los peligros que enfrentamos a nivel comunitario suelen ser de magnitud superior a 7 en la escala Richter del riesgo social. Muy larga es la lista de motivos que invitan a reeditar esta tradición de los exvotos al invocar ayuda y protección para salir con bien de esta encrucijada (a elegir): “cuando pensábamos que los daños del calentamiento global serían irreversibles…”, “cuando la corrupción se había generalizado y parecía no haber esperanzas…”, “en tiempos en que creíamos que la delincuencia organizada y desorganizada se adueñarían de nuestras vidas…”; “en circunstancias de suponer que la inequidad y la desigualdad social eran realidades inevitables…” y sigue una lista larga de etcéteras.

Ojalá vengan tiempos propicios y si así fuera –tal como espero-  tendremos motivos para agradecer de acuerdo con la fe de cada quien o bien en variante laica, porque “cuando nos iva a comer un lión, despertamos”. Así sea.

3 comentarios:

Pancho Bustamante dijo...

Querido Gerardo Cacol, el Cuate de los Cuentos:

la expresión mano con que los méxicas llaman a sus amigos me parece un apócope de hermano. Es lo que sos vos, un hermano y amigo, y te mando un abrazo, Pancho

frailemuerto dijo...

excelente, CAcol.
Mil abrazos

frailemuerto dijo...

"frailemuerto"...
soy jorge faget
es que no me manejo bien estos terrenos.
abrazo cálido